Dirección: Darren Aronofsky
La historia de Harry, su amigo Tyrone y su novia Marion, tres muchachos adictos a la heroína en luchar mejorar su situación a través del tráfico de droga, toma un rumbo casi paralelo a la historia de Sara, la madre de Harry, una ancina obsesionada por salir en un show de televisión. Cuatro personajes que se enfrentan a una sucesión de infortunios, internamente llenos de esperanza por lo bueno que anhelan obtener en contraste con la angustia que les genera no poder alcanzar sus metas.
La historia que sigue esta película no tiene muchas vueltas que darle, pues narrada de una forma lineal, más que nada pretende mostrar la radical evolución de sus protagonistas a raíz de que sufren constantes altibajos emocionales. Muestra a una sociedad despiadada y sin preocupación por los demás, el típico mundo cruel en donde la felicidad es efímera y lo malo cada vez es peor.
Sin embargo, no se logra hacer conexión personal alguna ni entrar en empatía con ninguno de los personajes, al punto de creer que todo cuanto les ocurre está bajo su completo control, cada uno es enteramente dueño de sus decisiones y culpable de sus desgracias, pues en ninguno de los casos se percibe una fuerza externa que determine el destino de estás personas. Un gran ejemplo de lo que en términos universales se conoce como libre albedrío.
Merece mención la gran presencia de Jared Leto y Jennifer Connely, pero más aún vale destacar la excelente actuación de Ellen Burstyn como Sara, que encarna de la manera más fiel lo que es una anciana terca, solitaria, pero al mismo tiempo tierna y optimista.
Una de las cosas más interesantes del film son los cortes relámpago, la edición pretende hacer sentir al espectador parte de las sensaciones de los personajes. Se puede llegar a una percepción muy extraña de lo que es el placer y la ansiedad con instantáneas sucesiones lo suficientemente repetidas como para llegar a irritar los sentidos sin provocar una completa repulsión.
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